«Ahora nosotras trabajamos, sobrevivimos, pero sin ellos, ya nada sabe igual» 

Durante muchos años, el horno de una panadería no solo cocinaba el pan, también horneaba sueños y esperanzas de un futuro brillante para una familia. En ese pequeño local que poco tiempo después se convertiría en la central debido a las sucursales que se abrieron, los padres de Zoila (a quien llamaremos así por seguridad), trabajaron arduamente para sacar adelante a ella y sus tres hermanas.

“Mi papá siempre dijo que estudiáramos para cuando él faltara, pero jamás pensé que fuera a ser tan rápido”, indicó, la joven Zoila. Y efectivamente el estudio fue la prioridad de los padres de Zoila, fue así como las prepararon académicamente para que pudieran subsistir por si solas en la vida. Sin embargo, no todo fue tan bonito, pues una tarde de viernes las cosas se empezaron a tornar grises en la familia. El padre de familia salió a repartir pan a una de sus sucursales cuando delincuentes se cruzaron a su paso y con disparos en varias regiones del cuerpo acabaron con su vida.

Por si esto fuera poco, 9 meses después de esta tragedia que enluto a la familia, su madre también fue víctima de las estructuras criminales que operan en el sector, pues después de negarse a seguir pagan la extorsión acabaron con la vida de ambos padres. La extorsión no solo hizo que las sucursales cerraran y tuvieran que salir huyendo, acabo con el pilar de la familia dejando a solas a las 4 mujeres.

“Nosotros no éramos ricos, pero nunca nos faltó nada. Mis papás lo dieron todo para que pudiéramos estudiar. Y lo perdieron todo por no querer ceder ante los extorsionistas”, relata Zoila, con una voz firme pero mirada triste.

Pese a todo, las 4 hermanas continuaron adelante. Terminaron de hacerse profesionales y el esfuerzo de sus padres vive en cada logro académico y profesional que alcanzaron. Pero la herida sigue abierta. “Ellos no murieron por enfermedad, ni por edad. Murieron por culpa de un sistema donde extorsionar es más fácil que trabajar honradamente”, expresó, la mayor de las hermanas.

La panadería permanece cerrada. Nadie ha tenido el valor de volver a abrirla. “Era su vida. Ahora nosotras trabajamos, sobrevivimos, pero sin ellos, ya nada sabe igual”, comenta entre lágrimas la profesional académica en un tono de tristeza y melancolía al recordar a los seres que le dieron la vida.

Aunque la familia intentó mantenerse unida, las intimidaciones continuaron y decidieron abandonar la colonia donde vivían. “Llamaban a diario, decían que sabían dónde vivíamos, que íbamos a ser las siguientes”, finalizó, Zoila, La delincuencia es el problema social más grande que vive nuestro país y así como esta hay muchas historias que marcaron destinos de diferentes familias.

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