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La Plaza de San Pedro volverá a llenarse este sábado 26 de abril. No será por un Ángelus, ni por una canonización. Esta vez, el mundo se reunirá para despedir en su funeral al primer papa latinoamericano, al hombre que quiso reformar no sólo la Iglesia, sino también la forma de decir adiós.
El Papa Francisco no dejó su funeral al azar. En 2024, mientras aún respiraba el aire fresco de los jardines vaticanos, dejó instrucciones claras: su despedida debía ser sobria, sin lujos, sin símbolos de poder. Nada de tres ataúdes, uno de madera basta, sencillo, con revestimiento de zinc y sin báculo, sin trono, sin anillo.
El papa que se bajó del papamóvil para abrazar a los fieles, ahora será velado a ras del suelo, sin catafalco, expuesto como uno más del pueblo. Porque así vivió, y así quiso irse.

Su misa exequial será presidida por el cardenal Giovanni Battista Re. Pero el momento más simbólico llegará cuando el ataúd no descienda a las Grutas Vaticanas, donde descansan la mayoría de sus predecesores, sino que sea llevado a la Basílica de Santa María la Mayor. Allí, ante la imagen de la Virgen que tantas veces visitó en silencio, descansará para siempre.
Mientras tanto, el Vaticano entra en sede vacante. El camarlengo Kevin Farrell ya inició los rituales que marcan el fin de un pontificado: confirmación de la muerte, destrucción del Anillo del Pescador, y preparación del cónclave que elegirá al nuevo líder de la Iglesia.
Pero más allá del protocolo, el funeral de Francisco será recordado como un acto de coherencia. Su último acto sobre la religión católica no lo pronunciará con palabras, sino con gestos. Porque incluso en la muerte, el Papa Francisco prefirió predicar con el ejemplo: humildad, sencillez y cercanía.

El hombre que dijo “recen por mí” al asomarse al balcón en 2013, ahora se despide sin estridencias. Y quizás ese silencio profundo, diga más que nunca. Este sábado la iglesia no solo despedirá a un líder espiritual, sino que también honrará la visión de un papa que buscó acercar la fe al pueblo dejando una huella en el catolicismo.
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